Qué suerte la mía! Todo el bullicio de la calle se escuchaba como si estuvieran dentro de mi habitación, ¡una experiencia sensorial única! Además, el frigorífico hacía honor a su nombre, ¡nunca había visto algo tan calentito y acogedor!

Qué pena que la ducha estuviera más sucia que una plaza después de un mercadillo! .

Vaya maravilla de mariscos por aquí! Las aventuras gastronómicas son de otro nivel, ¡un festín para los sentidos! Además, comunicación fluida con los encargados y una ubicación de lujo para moverse por la ciudad.

Parece que aquí hay más intriga que en una telenovela, ¡hasta con armarios misteriosos! A pesar de eso, el brillo de Sevilla sigue intacto.